Lucas nos ofrece una rica catequesis sobre la persona y la misión de Jesús, llena de evocaciones del Antiguo Testamento: el desierto, el número cuarenta, el ayuno... sobre todo nos remite a los 40 años de Israel caminando por el desierto, donde también tuvo tentaciones.
Jesús es guiado en el desierto por el Espíritu que acaba de recibir en su bautismo (como Israel era conducido por Dios en el desierto), y ahí tiene un encuentro con el Acusador, significado del griego Diablo, que se autopresenta como dueño de todos los reinos del mundo.
Éste pide a Jesús que le demuestre su filiación divina ("si eres Hijo de Dios...") en la manera que él le indica: a través de acciones prodigiosas (piedras en pan, sostenido por los ángeles) y arrodillándose ante él. Jesús decide hacer las cosas como le indique Dios, refutando cada tentación con la Palabra de Dios (usa textos del Deuteronomio 6 y 8). El mismo diablo usará la Biblia (dos citas del salmo 91) para confundir a Jesús.
Lucas termina advirtiendo que las tentaciones continuarán a lo largo de la vida de Jesús ("el demonio se marchó hasta otra ocasión")