Comienza una nueva en Lucas, de nueve capítulos.
El evangelista presenta un camino de Jesús y sus discípulos hacia Jerusalén, donde acontecerá su pasión, ya anunciada en el domingo anterior. Es una composición exclusiva de Lucas.
Entre los judíos y los samaritanos -dos ramas de un mismo pueblo- existía una profunda enemistad, y sus montes santos (el de Sión, donde Jerusalén, y el de Garizim) competían entre sí. No era de extrañar que no recibieran a quien peregrina a Jerusalén. Es la única vez que Lucas da mala imagen de los samaritanos.
La segunda perícopa ocurre mientras van de camino. Es una colección de dichos de Jesús sobre su seguimiento. Jesús emplea exageraciones para llamar la atención y grabar su enseñanza. Son tres. La primera es una comparación que usan otros autores de la época. Jesús no se refiere ahora a la pobreza (en realidad sí tiene donde vivir, en Cafanaúm); enseña que para seguirle hay que estar disponible, como lo están los mensajeros itinerantes (como él y los que envió por delante en la perícopa anterior). Si ésta aclara la relación con el hogar y las propiedades, las dos siguientes enseñan que el seguimiento tiene prioridad sobre la familia.
En la tercera Jesús se presenta como más importante que el gran profeta Elías, porque éste -en una escena similar- permitió a su discípulo Eliseo que se despidiera de su familia (1 Reyes 19, 20 ss).
Jesús vuelve a referirse a sí mismo como el "Hijo del hombre" [ver su significado], como el domingo anterior.