Nos saltamos los versículos 13 y 14 respecto al domingo anterior. Llegamos justo hasta donde le interrumpe Judas no-Iscariote.
La liturgia escoge este texto para este domingo del final de la Pascua por dos razones:
- Porque Jesús habla de su "marcha", con lo que se prepara la fiesta de la Ascensión.
- Porque habla del Espíritu que el Padre va a enviar, con lo que se prepara la fiesta de Pentecostés.
El lenguaje usado por el evangelista tiene su dificultad y se presta a malas interpretaciones.
El texto empieza y acaba con la misma afirmación: amar a Jesús conlleva guardar sus mandamientos.
Así como Dios en el Antiguo Testamento estableció a su pueblo elegido la guarda de unos mandamientos, así Jesús lo hace con su comunidad de discípulos, equiparándose así a Dios.
Y a la vez, toma distancia de esa Ley de Moisés, porque él pone sus propios mandamientos.
El centro del texto nos habla de la permanencia de Jesús entre sus discípulos: no los deja huérfanos. Ésta se hace realidad con la venida de su Espíritu, que es para sus discípulos un "paráclito", un defensor, un abogado, un valedor.