Nuestro texto empieza en mitad de una intervención de Jesús. Está hablando a unas autoridades judías que han expulsado al ciego que curó (capítulo 9), entre los que destacan los fariseos (9,40).
Jesús, después de decirles que permanecen en su pecado (9,41), les llama ladrones, que roban, matan y hacen estragos en el pueblo.
En cambio él da vida al pueblo, lo salva y le proporciona alimento (pastos), porque es su pastor. En parte del texto se identifica no con el pastor, sino con la puerta del redil, con el mismo fin.
Los profetas (Jeremías 23, Ezequiel 34...) usaban la imagen del pastor para referirse a la acción del rey con el pueblo. Los profetas acusan al rey de haber llevado al pueblo a la ruina, y anuncia que Dios mismo va a ser el pastor (el rey) del pueblo, y que va a enviar un nuevo pastor (rey). Jesús se proclama aquí ese enviado, ese mesías o cristo.
Esta escena conecta de Jesús-pastor conecta con su acción en el templo (capítulo 2) donde desmonta el negocio con los animales que iban a ser sacrificados. También con el último capítulo, donde manda a Pedro que apaciente sus ovejas.
Cuando termina de hablar, las autoridades judías se dividen: unos piensan que lo que dicen es propio de un endemoniado, otros dicen que no podría curar a un ciego de nacimiento si fuese así. (10, 19-21)