Se encuentran dos mujeres embarazadas, y el hijo de una reconoce en el otro a Dios.
Isabel movida por el Espíritu Santo, como una profetisa (algo también infrecuente), interpreta el movimiento de su hijo en su seno como señal de alegría ante su Dios y llama a María (una adolescente de Nazaret, poblado sin dignidad alguna) "Madre de mi Señor". Isabel se siente indigna de tal visita.
Lucas escribe la primera bienaventuranza de su evangelio: Isabel problama bienaventurada a María por su fe y le asegura que se cumplirá la Palabra del Señor.