El evangelio de Marcos terminaba originalmente en 16,8 con la huida de las mujeres del sepulcro tras el encuentro con un ángel que les proclamó la resurrección de Jesús. Ellas "no dijeron nada a nadie porque tenían miedo"; es la última frase de este libro.
Posteriormente se le añadieron epílogos, imitando a los otros dos evangelios sinópticos -Mateo y Lucas-, del que se conocen dos, uno largo y otro corto. El primero es el reconocido por la Iglesia como palabra de Dios. Forman los versículos 9 al 20.
La primera parte narra apariciones del Resucitado: a María Magdalena, a dos discípulos (se pueden identificar como los de Emaús) y finalmente a los Once; ello del versículo 9 al 18, del que la lectura de hoy tomar los tres versos finales, empezando abruptamente en mitad de la aparición a los Once, que empieza el versículo anterior.
A la liturgia de este domingo le interesa los versículos finales de Marcos, 19-20, particularmente el primero que narra sucintamente la ascensión del Señor: "El Señor Jesús, después de hablarles, subió al
cielo y está sentado a la derecha de Dios"
El mismo hecho es narrado también sólo por Lucas, al final de su Evangelio (24,51) y al comienzo de sus "Hechos" (1,9), con parecidas palabras sobre su "subida" al cielo, como en Marcos, en una visión espacial que considera que el cielo es un lugar que está "arriba" al que Jesús se traslada físicamente, como se hace en la tierra para ir de un sitio a otro.
El puesto a la derecha del personaje central de una asamblea es el más importante. Es frecuente en el Nuevo Testamento y en la Iglesia el recuerdo del Salmo 110 (109), 1: "Dijo el Señor a mi Señor: "Siéntate a mi derecha, mientras yo pongo a tus enemigos como estrado de tus pies".
En el libro de los Hechos y en las cartas hay varias referencias a Jesús sentado a la derecha de Dios