Este trozo del evangelio es parte de un conjunto algo más amplio, de los versículos 33 al 49, que tiene dos partes simétricas: 33-39 es paralela a 44-49. Queda en medio el párrafo 40-43 -la parte final del texto litúrgico de hoy-, lo que hace que destaque y sea el centro del mensaje que Lucas quiere trasmitir: que Jesús, el injustamente Crucificado, es Dios, y tiene un Reino del que podemos formar parte, si le reconocemos como tal.
Estos versos sobre el llamado buen ladrón, son exclusivos de Lucas.
Antes hay otro versículo que supone un inciso en el desarrollo literario, y que interesa a la liturgia de hoy: el verso 38, que habla de un letrero sobre la cabeza de Jesús que decía "éste es el Rey de los judíos". Este epígrafe -que lo mencionan los cuatro evangelistas- indica la causa de la condena. La burla de los soldados romanos se refieren a este pretensión: Si eres tú el rey de los judíos, sálvate a ti mismo.
El malhechor también se refiere a ello: Acuérdate de mí cuando llegues a tu Reino. La frase constituía una petición que los judíos solían hacer a Dios ante su muerte, y que se ha encontrado en alguna lápida del tiempo. Implica una fe de la que no han hecho gala sus discípulos, pues un crucificado -el malhechor, cuyo nombre es desconocido (no se dice que se llame Dimas), y del que no sabemos si estaba a la derecha o a la izquierda, ni mucho menos que fuera un buen ladrón- se dirige a otro crucificado -Jesús- creyendo que puede hacerlo partícipe de un supuesto reino, a pesar de está viendo cómo está muriendo. Es la única vez en Lucas que alguien se dirige a él con el sólo nombre de Jesús.