Este capítulo, central en Lucas, expone un comportamiento de Jesús que a continuación justifica con tres parábolas (en la liturgia dominical sólo se lee la tercera).
Los judíos más piadosos (escribas y fariseos) critican Jesús que coma con los judíos más perdidos (cobradores de impuestos -o publicanos- y pecadores), como ya hicieran en 5, 29. En esa sociedad, compartir la comida era una ceremonia muy importante, que identificaba socialmente (en el capítulo anterior 14, 7-14 el mismo Jesús da normas a sus discípulos sobre cómo proceder en ellas). Las invitaciones que hace Jesús son muy llamativas y escandalosas.
Lucas explica en tres parábolas que Dios se alegra de encontrar lo perdido, como el pastor a la oveja, la mujer a la moneda, y el padre a uno de sus dos hijos, siendo las dos últimas propias de él. Identifica a los publicanos y pecadores con los perdidos.
La novedad de la tercera es el papel del primogénito, que no participa de esa alegría, negándose a participar de la comida preparada por el padre. Más que a los escribas y fariseos (que propiamente nunca aceptaron a Jesús), Lucas se refiere a los cristianos que se consideran justos por sus acciones.
Ambos hijos esperaban que el menor recibiera su "merecido", por lo que a los dos les sorprende la inusual reacción del padre.