Jesús se dirige a sus discípulos con cuatro enseñanzas. Las dos primeras
quedan fuera del texto litúrgico (17,1-4). La tercera trata sobre la
fe. La cuarta sobre la humildad en el cumplimiento del deber. Esta
última sólo viene en Lucas:
Los "Apóstoles" (los Doce para Lucas), piden al Señor que les aumente/robustezca la fe/confianza/fidelidad.
Jesús les responde que bastaría que su lealtad fuera ínfima (como el diminuto grano de mostaza) para que el poder de Dios actuara en ellos (pone un ejemplo estrambótico para llamar la atención: que un arbusto con tantas raíces como la morera -no tanto el sicómoro por el que se suele traducir-, se trasplantase al mar). Esta comparación viene también en Mateo, en Marcos y en Pablo, aunque ellos hablan de mover una montaña: "aunque tuviera plenitud de fe como para trasladar montañas, si no tengo caridad, nada soy" (1 Cor 13, 2)
A continuación, Jesús cuenta una parábola sobre un esclavo, que existía comúnmente en aquel tiempo, tanto en el país de Jesús como en el mundo greco-romano. Ninguno de los Apóstoles
tenía una casa con esclavos, así que el evangelista se inspira en los
ricos de su comunidad. El esclavo no podía reclamar ninguna recompensa ni agradecimiento por la realización de su deber.
Termina aplicando la parábola a la relación con Dios. Los creyente han de cumplir lo mandado por Dios sin esperar nada por su servicio; simplemente es lo que tienen que hacer,son " a los que no se le debe nada" (es el significado -expresado en el mismo texto- de lo que suele traducir por "siervos inútiles", o "pobres siervos", o "simples siervos"). Jesús mismo se presenta como "siervo de Dios"