Jesús es sumergido ("bautizado" en griego) por Juan en el Jordán. Es el río que el pueblo de Dios atravesó para llegar a la tierra prometida.
Juan reconoce con humildad la superioridad de Jesús por lo que intenta evitar bautizarlo. Pero Jesús le responde con una frase que se puede entender de diversos modos y que en el original dice así: "cumplamos toda justicia". La idea de fondo es que el proceder de Jesús y el de Dios están en sintonía.
Después de ser bautizado, Jesús tiene una visión (que no parecen percibir los demás). "Los cielos se abren": en la literatura del tiempo, eso ocurre cuando Dios va a dar una aclaración de lo que está pasando.
El Espíritu de Dios desciende sobre él. El Espíritu sobre las aguas aparece en el Génesis, antes del comienzo de la creación. Así Mateo nos indica que Jesús va a iniciar una nueva creación.
Lo hace en forma de paloma, algo inusual en los libros bíblicos, y que recuerda la paloma con la rama de olivo que significaba el fin de las aguas del diluvio.
Se oye la voz de Dios que declara a Jesús como su hijo. La expresión "mi hijo" se usa en el Antiguo Testamento para designar al pueblo de Israel o a su Rey. Así se muestra a Jesús como el que inicia un nuevo Pueblo de Dios, como el Rey esperado.