El evangelio del Domingo 1º de Cuaresma siempre narra las tentaciones sufridas por Jesús. Cada ciclo litúrgico narra un evangelista diferente: en el ciclo A narra Mateo, en el presente ciclo -el B- narra Marcos y en el último -el C- narra Lucas; que son justamente los tres evangelistas que narran las tentaciones de Jesús (el evangelio de San Juan no lo hace).
Mientras Mateo y Lucas se extiende y cuentan tres tentaciones hechas a Jesús, Marcos es muy breve y no especifica ninguna tentación, ni siquiera nos dice si Jesús venció la tentación o no, pero la indicación de que los ángeles le sirven indican que Jesús está del lado de Dios y, por tanto, vence la tentación a la que le induce Satanás. Dice en los versículos 12 y 13:
"(12) Y, de inmediato, el Espíritu le empuja [a Jesús] al desierto, (13) y estuvo en el desierto cuarenta días, tentado por Satanás. Y estaba con las fieras, y los ángeles le servían".
Esta escena ocurre inmediatamente después que su bautismo, igual que en los otros evangelios. Está en el desierto durante cuarenta días, como lo estuvo Israel durante cuarenta años: es un número simbólico. El desierto es el lugar donde se experimenta la propia fragilidad, porque no hay asideros, y donde la fe puede purificarse, porque aprende a asirse solo en Dios.
Estaba con las fieras, sin que éstas le hagan daño, como ocurría en el paraíso antes del primer pecado.
Es el Espíritu, que se hizo presente en la anterior escena del bautismo, el que le conduce al desierto para vivir la experiencia que tuvo el pueblo de Dios antes de llegar a la tierra prometida, pero al contrario que Israel, que sucumbió a las tentaciones, Jesús se mantiene fiel.
Los versículos 14 y 15 cambian de tema y nos presenta a Jesús anunciando la cercanía del Reino de Dios e instando a la conversión y a al fe en su anuncio.