Jesús contrapone el modo de "los hombres" (para quienes "es imposible" salvarse) al de "Dios" ("para Dios todo es posible").
Jesús
repite tres veces (por tanto, algo bien atestiguado) que la dificultad
de "los hombres" reside en la riqueza (en "la confianza" en la riqueza,
según la traducción litúrgica).
El texto parece relacionar riqueza y
la estafa (obtenida de manera injusta), pues Jesús, añade al rico un mandamiento que no viene en el Decálogo: "no cometerás fraude"
La
alternativa es amontonar "un tesoro en el cielo". Como los Doce, que sí
han "dejado todo" y han "seguido a Jesús", como le había pedido al rico
(Marcos no dice que sea joven).
Tal petición ("vende lo que tienes,
dale el dinero a los pobres, y luego sígueme") es paralela con la que
había proclamado a sus discípulos anteriormente ("que se niegue a sí
mismo, que cargue con su cruz y me siga"), también en un contexto donde
se enfrentan las dos mentalidades.
Al que hace así las cosas,
Jesús le asegura ya desde ahora una nueva familia ("casas y hermanos y
hermanas y madres e hijos y tierras"), pero sin la figura de dominación
-el padre- (como enseñó el domingo pasado), y después -en el futuro- la
vida eterna, por la que había preguntado el rico.