Terminadas la parábolas el domingo anterior, Jesús decide ir "a
la otra orilla" con sus discípulos, atravesando en barca el lago de Galilea. En la tradición, la "barca" se ve como un símbolo de la Iglesia.
"Se
levantó
una fuerte tempestad" y los discípulos temían "perecer", por lo que "despertaron" a Jesús, que "estaba
en la popa, dormido sobre
un cabezal". La comunidad a la que San Marcos escribe el evangelio está sufriendo persecuciones que le hacen temer sobre su vida, ante las que Dios "parece dormido"
Jesús mandó "silencio" "al viento y al mar" y "el
viento
cesó y vino una gran
calma". La "gran calma" que instaura Jesús contrasta con la "gran tempestad" que afrontan sus discípulos en la vida.
Eso "llenó de miedo" a sus discípulos que se preguntaban quién era ese que "hasta el viento
y el mar le obedecen". Sienten sobrecogimiento ante una acontecimiento donde se está manifestando lo divino, pues es Dios quien tiene autoridad sobre "el viento y el mar"; sienten "temor de Dios". Esta manifestación les hace preguntarse sobre la auténtica identidad de Jesús, al que tenían solo por "maestro", y que se muestra como alguien con más poder. Esta pregunta sobre Jesús ("¿quién es éste"?) es una constante en el evangelio de Marcos.
En cambio, Jesús les cuestionó sobre su fe al ver su miedo: «¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?». Igual que Jesús mantuvo la paz en medio de la tempestad -"dormía"-, así espera que la confianza de sus discípulos en él, les permita no dejarse llevar por el miedo ante las dificultades.