El domingo pasado empezó Jesús el llamado "discurso del pan de vida", tras multiplicar el pan el domingo anterior. Hoy continúa su diálogo con los judíos -saltándonos los versículos 36-40-, que se prolongará los dos próximos domingos.
En sus palabras previas, Jesús se identifica con el pan bajado del cielo. Los judíos arguyen que conocen a su padre y a su madre, lo llaman "hijo de José", y que, por tanto, no es verdad que haya bajado del cielo. Ellos no pueden creer lo anunciado por el evangelista en el prólogo: "el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros" (Juan 1, 14).
El domingo pasado, ya Jesús incitó a la fe en Él: «La obra de Dios es ésta: que creáis en el que él ha enviado» (v. 29). En la perícopa de hoy, ante las resistencias a la fe, vuelve a llamar a ella: "el que cree tiene vida eterna".
La fe es presentada como un don del Padre: "Nadie puede venir a mí si no lo atrae el Padre que me ha enviado". Escuchar a Dios -el Padre- conlleva creer en Jesucristo: "Todo el que escucha al Padre y aprende, viene a mí".
Más aún, solo creyendo en Jesús se puede conocer a Dios: "No es que alguien haya visto al Padre, a no ser el que está junto a Dios: ése ha visto al Padre", y ése que "está junto a Dios" es Jesús, "el Verbo que se hizo carne": "En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba junto a Dios" (Juan 1,1) . Solo Jesús, ha visto a Dios Padre y solo Él nos lo puede conocer, como ya enseñó el evangelista en el prólogo: "A Dios nadie lo ha visto jamás: Dios unigénito, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer" (Juan 1, 18)
El fruto de la fe en Jesús es la vida eterna: "el que cree tiene vida eterna", "yo lo resucitaré en el último día".
En esta perspectiva de la vida eterna, Jesús aquí se presenta como "el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre", a diferencia del maná que los padres de los judíos "comieron en el desierto y murieron". El pan vivo es el mismo Jesús, su persona, "el Verbo se hizo carne".
Es lo último que declara Jesús en esta perícopa y que escandalizará a los judíos: "el pan que yo daré es mi carne". Con este mismo versículo comienza el evangelio del próximo domingo.