El domingo pasado, Jesús hizo el primer anuncio de su pasión; hoy hace el segundo de los tres. El evangelista lo enmarca dentro de un re-enfoque de la actividad de Jesús: "Jesús... iba instruyendo a sus discípulos"; pasa de enseñar a toda la gente, a centrarse en el grupo de sus discípulos. Pero los discípulos "no entendían lo que decía" acerca de su pasión, "y les daba miedo preguntarle", ¿tal vez porque, en el anuncio anterior, Pedro fue recriminado cuando contestó al Señor; o tal vez porque temen ese sufrimiento que anuncia y prefieren no saber más sobre él?.
En la lectura se produce un cambio de escenario -llegan a Cafarnaúm, donde reside Jesús- y un cambio de tema, introducido por una pregunta de Jesús, que se ha dado cuenta que sus discípulos no atendieron al tema de su pasión y cambiaron de asunto: «¿De qué discutíais por el camino?». Ellos no le contestan, pero Jesús conoce la respuesta: "Por el camino habían discutido quién era el más importante". Jesús les ilumina con una enseñanza sobre el servicio, que repetirá en el próximo capítulo (se proclama el domingo 29ª): «Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos».
Ilustra su enseñanza abrazando a un niño, de los que dirá -dentro de dos domingos- que "de los que
son como ellos es el reino de Dios", no tanto por su presunta inocencia, sino por no contar en su sociedad, por ser "el último de todos y el servidor de todos". Esta vez se identifica con el niño, afirmando que «El que acoge a un niño como éste en mi nombre, me acoge a mí», es decir, el que acoge a un último "en su nombre", acoge al mismo Jesús.