martes, 17 de septiembre de 2024

B 25º Marcos 9 · 30-37 Ser el último y el servidor como Jesús

 El domingo pasado, Jesús hizo el primer anuncio de su pasión; hoy hace el segundo de los tres. El evangelista lo enmarca dentro de un re-enfoque de la actividad de Jesús: "Jesús... iba instruyendo a sus discípulos"; pasa de enseñar a toda la gente, a centrarse en el grupo de sus discípulos. Pero los discípulos "no entendían lo que decía" acerca de su pasión, "y les daba miedo preguntarle", ¿tal vez porque, en el anuncio anterior, Pedro fue recriminado cuando contestó al Señor; o tal vez porque temen ese sufrimiento que anuncia y prefieren no saber más sobre él?.

En la lectura se produce un cambio de escenario -llegan a Cafarnaúm, donde reside Jesús-  y un cambio de tema, introducido por una pregunta de Jesús, que se ha dado cuenta que sus discípulos no atendieron al tema de su pasión y cambiaron de asunto: «¿De qué discutíais por el camino?». Ellos no le contestan, pero Jesús conoce la respuesta: "Por el camino habían discutido quién era el más importante". Jesús les ilumina con una enseñanza sobre el servicio, que repetirá en el próximo capítulo (se proclama el domingo 29ª): «Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos».

Ilustra su enseñanza abrazando a un niño, de los que dirá -dentro de dos domingos- que "de los que son como ellos es el reino de Dios", no tanto por su presunta inocencia, sino por no contar en su sociedad, por ser "el último de todos y el servidor de todos". Esta vez se identifica con el niño, afirmando que «El que acoge a un niño como éste en mi nombre, me acoge a mí», es decir, el que acoge a un último "en su nombre", acoge al mismo Jesús.


sábado, 7 de septiembre de 2024

B 24º Marcos 8 · 27-35 Tu eres el Mesías

La gente parece tener buena opinión de Jesús, pues lo comparan con algunos de los profetas.
Pedro -a quien va dirigida la pregunta- se muestra como aparece como portavoz del grupo. Su respuesta es aparentemente lúcida; sin embargo, hay diferentes modos de concebir cómo era el Mesías (es decir, el Enviado de Dios, el Cristo) ¿Se ajusta a Jesús la idea que tiene Pedro sobre el Mesías?
Marcos suele advertir que Jesús manda callar cuando alguien le reconoce como Mesías o como Hijo de Dios. Tal vez para evitar que le identificaran con otras concepciones acerca del Mesías, Jesús explica "con toda claridad" su camino mesiánico. Identifica su ser de Mesías con la figura del Siervo de Yavé que dibuja el profeta Isaías  (50, 4-9; 52,13-53,12)
Pedro increpa a Jesús porque el camino de Siervo que ha anunciado no coincide con las expectativas que tiene él de cómo debe actuar un Mesías . Los discípulos, con Pedro al frente, seguramente participan del mentalidad común en la época que esperan un Mesías político, aunque eso no lo especifica el texto.
Jesús no se deja manipular por Pedro. Le llama "Adversario" (Satanás).
En el relato se contraponen dos mentalidades, la de Dios y la de su Adversario (Satanás), sobre el perfil del Enviado (Mesías). Jesús participa de la primera y Pedro de la segunda. El camino de Dios no es el que creían los discípulos.

Entonces, Jesús pide a sus discípulos "negarse a sí, cargar con su cruz", es decir, renunciar la mentalidad contraria a Dios (negarse) y asumir las consecuencias (cargar con su cruz), e "ir con él y seguirlo" en la aceptación del camino de Dios.
Seguir el camino de Dios en Jesús es "perder su vida por el Evangelio", como ha anunciado, lo cual se traducirá en salvarla; y así sucederá a sus discípulos. En cambio, quien siga los pensamientos mesiánicos de Pedro y su grupo, con la idea de un Mesías que "salva su vida", en realidad "la perderá".

viernes, 6 de septiembre de 2024

B 23º Marcos 7 · 31-37 Jesús cura en tierra pagana

 La liturgia se salta el exorcismo que Jesús hace en Tiro, relacionado con el tema de la impureza del domingo pasado.

Marcos resalta que Jesús sigue en tierra pagana (fuera de Israel) deteniéndose a nombrar los lugares, y ahí realiza una curación (aunque el texto nunca usa este término). Insinúa así la apertura del Evangelio a los paganos.

Los gestos que hace Jesús con el sordo-tartamudo era habituales en los relatos de curaciones: tocar (oído, lengua), saliva... Pero lo que "abre los oídos, y suelta la lengua" del hombre es la palabra de Jesús, que pronuncia mientras ora ("mirando al cielo y suspirando"), y la dice en su lengua materna, el arameo: "Effetá".

Jesús lo hizo "apartándolo de la gente, a solas" y además "les mandó que no lo dijeran a nadie" (si bien la gente no le obedece). Esa orden de silencio es conocida con la expresión "secreto mesiánico" y se explica en este enlace: "¿Por qué Jesús oculta su identidad?"




lunes, 26 de agosto de 2024

B 22º Marcos 7 · 1-8. 14-15. 21-23 Mandamiento de Dios y preceptos humanos

 Tras la incursión en el capítulo 6º del evangelio de Juan, este domingo se reanuda la lectura del evangelista de este ciclo B, san Marcos. Nos encontramos en el capítulo siguiente a donde se dejó hace cinco domingos, el séptimo. La liturgia nos presenta tres trozos de este capítulo, saltándose seis versículos entre uno y otro.

Jesús y sus discípulos acaban de llegar a la comarca de Genesaret (6,53), cerca de Cafarnaúm, en Galilea, al norte de Palestina. Ahí se presentan unos fariseos y unos escribas venidos de Jerusalén, en Judea, al sur de Palestina.

El problema surge cuando éstos ven que "algunos discípulos (de Jesús) comían con manos impuras, es decir, sin lavarse las manos" (v. 2). Para ellos, no es sólo una cuestión de higiene, sino de pureza (un tema frecuente en este evangelio): «¿Por qué no caminan tus discípulos según las tradiciones de los mayores y comen el pan con manos impuras?» (v. 5).

Jesús sienta cátedra al respecto: «Escuchad y entended todos: nada que entre de fuera puede hacer al hombre impuro; lo que sale de dentro es lo que hace impuro al hombre» (v. 15). Lo que se vive en el corazón es lo que determina que una persona sea pura o impura, siendo el corazón para ellos la sede de las decisiones, no como para nosotros la sede de los sentimientos: lo que la persona decide vivir es lo que determina su santidad.

Además, Jesús aprovecha para denunciar a los escribas y fariseos en una perversión de su relación con Dios: «Dejáis a un lado el mandamiento de Dios para aferraros a la tradición de los hombres» (v. 8). Les aplica una cita del profeta Isaías:  “Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. El culto que me dan está vacío, porque la doctrina que enseñan son preceptos humanos” (Isaías 29,13).

Es una grava acusación, porque la relación con Dios es solo aparente ("con los labios", no con "su corazón"), es "un culto vacío", dejan de lado su voluntad, su mandamiento; en cambio, bajo esa apariencia de algo de Dios (una cuestión de "impureza") , en realidad están "aferrados" a preceptos y tradiciones que no vienen de Dios (como la cuestión del lavado de manos -Jesús pone otros ejemplos en este capítulo que no salen en la lectura de la misa-), sino que han sido establecidas por los hombres.

En la primera lectura de la misa, Dios exige que se cumplan sus mandatos sin quitar ni añadir nada: "No añadáis nada a lo que yo os mando ni suprimáis nada" (Deuteronomio 4, 2)

martes, 20 de agosto de 2024

B 21º Juan 6 · 60-69 La crisis de los discípulos

 Llegamos al final del capítulo 6º -a falta de dos versículos-, y con ella termina la incursión del ciclo B (cuyo evangelista de referencia es san Marcos) en el evangelio de san Juan. La liturgia se salta un versículo respecto al evangelio del domingo pasado, el 59: "Esto lo dijo Jesús en la sinagoga, cuando enseñaba en Cafarnaún".

La tensión que Jesús ha mantenido con "los judíos" en los domingos anteriores, estalla en los discípulos de Jesús que se escandalizan de Jesús: «Este modo de hablar es duro, ¿quién puede hacerle caso?» (v. 61).

Jesús responde a sus críticas afirmando: "Las palabras que os he dicho son espíritu y vida". (v. 63)

Ante la firmeza de Jesús, se produce la gran crisis en su discipulado: "Desde entonces, muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con él." (v. 66)

Jesús pregunta a sus discípulos más cercano, a los Doce, sobre su postura: «¿También vosotros queréis marcharos?» (v. 67)

El portavoz de los Doce, Pedro, le responde confirmando lo que Jesús acaba de decir sobre sus palabras: «Señor, Tú tienes palabras de vida eterna» (v, 68), a la que añade una confesión de fe: «nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios» (v. 69). Es la única vez que la expresión "Santo de Dios" aparece en este evangelio e indica que Jesús es alguien que pertenece a lo divino.

Jesús desvela porqué algunos creen en Él, como los Doce, y otros no, como los judíos y los "muchos discípulos" que no siguen con Él: "Sus palabras son espíritu", y para aceptar su Palabra se necesita el Espíritu: "El Espíritu es quien da vida; la carne no sirve para nada" (v, 63); los que no creen no se guían por el Espíritu, sino por su propia comprensión humana ("la carne") y, por tanto, no pueden creer. Ya en el capítulo 3º, Jesús dijo a Nicodemo: «El que no nazca de agua y de Espíritu no puede entrar en el reino de Dios. Lo que nace de la carne es carne, lo que nace del Espíritu es espíritu» (vv. 6-7).


lunes, 12 de agosto de 2024

B 20º Juan 6 · 51-58 Jesús da su carne por la vida del mundo

 La perícopa de este domingo comienza repitiendo el último versículo del domingo pasado, el 51, en el que Jesús hace esta asombrosa afirmación: "el pan que yo daré es mi carne por la vida del mundo".

Eso provoca inmediatamente la reacción incrédula de los judíos: «¿Cómo puede este darnos a comer su carne?», pues hacen una interpretación literal de lo dicho por Jesús.

No hay que confundir la palabra "carne" con la palabra "cuerpo", pues no tienen el mismo significado en el Nuevo Testamento. El término "carne" ya lo utiliza San Juan en el primer capítulo de su evangelio para referirse a Jesús: "Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria como del Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad" (v. 14). Esa palabra -"sarx" en el original griego- hace referencia a la condición mortal de la persona. Jesús dirá el próximo domingo, al final de este capítulo 6º: "El Espíritu es quien da vida; la carne no sirve para nada." (v. 63).

Tras el escándalo manifestado por los judíos, Jesús habla varias veces de "comer mi carne" uniéndolo a "beber mi sangre", esto último prohibido por la Ley de Moisés, pues se consideraba que la sangre contenía la vida (ver Dt  12,23). "Muchos" de sus mismos discípulos dirán: «Este modo de hablar es duro, ¿quién puede hacerle caso?» (v. 60).

El lenguaje que está usando Jesús hace referencia a los sacrificios de animales que se hacían en el Templo de Jerusalén, y, por tanto, al propio sacrificio de Jesús, quien ya fue presentado por Juan Bautista como un animal de sacrificio: "Al ver Juan a Jesús que venía hacia él, exclamó: «Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo»" (1,29).

Comulgar con el sacrificio de Jesús comiendo su carne y bebiendo su sangre comunica la vida eterna: "El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día". Aquí ya puede contemplarse una referencia a la comida eucarística.

Creer en Jesús como el Hijo de Dios encarnado y comulgar con Él en la Eucaristía comunica la vida eterna.


 




miércoles, 7 de agosto de 2024

B 19º Marcos 6 · 41-51 El Padre atrae a la fe en el Pan vivo bajado del cielo

 El domingo pasado empezó Jesús el llamado "discurso del pan de vida", tras multiplicar el pan el domingo anterior. Hoy continúa su diálogo con los judíos -saltándonos los versículos 36-40-, que se prolongará los dos próximos domingos.

En sus palabras previas, Jesús se identifica con el pan bajado del cielo. Los judíos arguyen que conocen a su padre y a su madre, lo llaman "hijo de José", y que, por tanto, no es verdad que haya bajado del cielo. Ellos no pueden creer lo anunciado por el evangelista en el prólogo: "el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros" (Juan 1, 14).

El domingo pasado, ya Jesús incitó a la fe en Él: «La obra de Dios es ésta: que creáis en el que él ha enviado» (v. 29). En la perícopa de hoy, ante las resistencias a la fe, vuelve a llamar a ella: "el que cree tiene vida eterna".

La fe es presentada como un don del Padre: "Nadie puede venir a mí si no lo atrae el Padre que me ha enviado". Escuchar a Dios -el Padre- conlleva creer en Jesucristo: "Todo el que escucha al Padre y aprende, viene a mí".

Más aún, solo creyendo en Jesús se puede conocer a Dios: "No es que alguien haya visto al Padre, a no ser el que está junto a Dios: ése ha visto al Padre", y ése que "está junto a Dios" es Jesús, "el Verbo que se hizo carne": "En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba junto a Dios" (Juan 1,1) . Solo Jesús, ha visto a Dios Padre y solo Él nos lo puede conocer, como ya enseñó el evangelista en el prólogo: "A Dios nadie lo ha visto jamás: Dios unigénito, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer" (Juan 1, 18)

El fruto de la fe en Jesús es la vida eterna: "el que cree tiene vida eterna", "yo lo resucitaré en el último día".

En esta perspectiva de la vida eterna, Jesús aquí se presenta como "el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre", a diferencia del maná que los padres de los judíos "comieron en el desierto y murieron". El pan vivo es el mismo Jesús, su persona, "el Verbo se hizo carne".

Es lo último que declara Jesús en esta perícopa y que escandalizará a los judíos: "el pan que yo daré es mi carne". Con este mismo versículo comienza el evangelio del próximo domingo.